"Una sociedad despierta un día con las calles bloqueadas y con dos jóvenes muertos en el interior de una universidad. Violenta y miedosa parece que comienza a darse cuenta de que no es inmune, que las botas y el cabrito están, en peligro de extinción".

por María Eugenia Garza Oyervides

sábado, 15 de septiembre de 2012

La danza contemporánea como una toma de conciencia

por María Eugenia Garza Oyervides

Tu conciencia es como una bala.
¿De qué te sirve si no la disparas?
Alejandro Jodorowsky

 

Desde la prehistoria, el arte ha buscado (o ha servido para) ser un reflejo de la sociedad. Identificar una civilización y una cultura ha sido posible gracias a los testimonios de sus expresiones artísticas: la arquitectura, pintura, escultura, literatura, vestimenta, etc. nos han permitido conocer la historia, religión, ideologías y forma de vida de pueblos y culturas remotas. Las artes, unas más que otras, han marcado las épocas, los movimientos sociales y políticos.

Las danzas autóctonas y folclóricas son un sello de la cultura de los pueblos, el ballet, los bailes de salón, el baile social, etc., son indiscutiblemente representativas de un momento.

En su libro El arte de hacer danzas (2001) la bailarina y coreógrafa Doris Humphrey, explica que en todas las disciplinas artísticas, a excepción de la danza, el paso del tiempo puede favorecer ciertas obras, aunque en su momento, éstas hayan sido rechazadas; pero en la danza no, el coreógrafo debe enfrentar inevitablemente su presente y señala que debe haber cientos de piezas que fueron obras maestras, perdidas por la naturaleza efímera de la danza.
 “El coreógrafo tiene que intentar llegar a una conclusión sobre su relación con su época: ¿en qué aspecto está acorde con ella y en qué la rechaza?...Puede optar por el privilegio de ser un conformista o un rebelde…Todo lo que pido es que piense en todo eso y no simplemente se deslice cuesta abajo en total inconciencia”.1
Ocurrió tras una invitación para el festival Danza en la Plaza 2011, en Monterrey, cuando me sentí cómplice y testigo de un asesinato, de cientos, de miles de asesinatos que estaba pensando callar y ocurrían a diario en mi ciudad. No podía dejar de tratar el tema públicamente, no podía bailar, como tantas otras veces lo había hecho, de un asunto personal solamente, ¡no en ese momento! Así que tenía dos opciones, o bailaba o no bailaba.
Ahí estaba yo, sola, frente a la creación de un personaje y ante mi nueva forma de crear danza, con una bota norteña, una capucha… y la necesidad intensa de manifestarme artística  y personalmente, de hacer “algo” con lo que estaba ocurriendo.
La pieza y el personaje se convirtieron en la esencia de la obra “Se divisa el Panorama: danza para una ciudad con orgullo” Jóvenes Creadores Fonca 2010-2011.
Después, en mayo del 2012, presenté mi trabajo en la ciudad de Montréal, Canadá, con una versión en dueto que me llevó a desarrollar más a fondo la pieza original. Al final de la función y después de una charla con el público, cuando un espectador me dijo: “gracias por haberme sacado de mi burbuja”, entendí en realidad lo que quería decir la palabra reflexión y la transformación a través del arte, de la danza. Ese moméntum que podemos hacer físicamente en un impulso, pero que a veces somos incapaces de abordar socialmente.
Crear “Se divisa el panorama”, me ha acercado a la búsqueda, al intento de ser objetiva y analítica, a interesarme en la sociedad, en la política, en el público, en mi ciudad, en mi país, en las constantes del mundo. La crisis me sacudió y tuve un despertar de conciencia cuando decidí que no podía  ignorar mi realidad. La obra ha dado pie a dos videodanzas y está en un proceso vivo que sigue transformándose y creciendo naturalmente, como una idea; al tiempo de desarrollar paralelamente otras nuevas ideas, otras obras.
Hoy en día, la situación política en México, ha generado un movimiento colectivo en el que los artistas tenemos la oportunidad de retomar nuestro papel social y provocar, desde lo más profundo de nuestras conciencias, un ejercicio constante para despertar nosotros, y después, generarlo en  nuestro público.
Es importante hablar del amor, de la soledad, de la nada, del vacío, pero estamos en un momento crítico, violento y vertiginosamente cambiante. ¿Qué hace la danza con eso?

1. Humphrey, D. (2001). El arte de hacer danzas. Distrito Federal, México: CONACULTA.

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