El 30 de abril del 2010, cerraba la convocatoria para el programa Jóvenes Creadores del FONCA, era un caluroso viernes primavera y por si fuera poco, era el día de la boda de mi sobrino Pablito y de Oli.
Yo estaba haciendo rendir los últimos minutos de la tarde para llegar a tiempo por la fecha del matasellos a DHL, al salón Linda y al estreno de mi vestido ocre que compré en Xalapa, durante el curso de abril y danzar. A la boda...
Hace un poco más de un año también, que comenzaron a ocurrir con más frecuencia los hechos violentos que ahora nos parecen tan habituales, y que cada día se revelan con mayor descaro, cantidad e incomprensión. En realidad no es tanto tiempo para muchas otras cosas, pero para muertos diarios que van cayendo y para tener miedo, a mi me ha parecido bastante.
Hace un poco más de un año que acababan de morir dos estudiantes del Tec en un fuego cruzado entre militares y sicarios; "que fue afuera, que fue adentro, que por el seven eleven, que por la biblioteca..."
Nos impactó, aunque no eran los primeros muertos, eran los primeros inocentes de la guerra del narco dados a conocer públicamente por los medios.
Eran apenas los primeros de muchos siguientes.
La nota estuvo presente, las primeras manifestaciones pidiendo paz se comenzaron a generar. Rangel Sostman, entonces rector del sistema, defendió a los estudiantes asesinados por los militares. Peleó, peleó y después, dejó de ser rector.
A mí también me dolió profundamente, posiblemente porque con ello hirieron al Tec, el lugar donde trabajé más de siete años y donde además, con la mayor libertad que en ningún otro lado.
Después me incomodó el resto: las culpas y los culpables, las sobremesas en los restaurantes, las teorías sobre los cárteles, o los malitos, como diría Pipo en sus aventuritas. Me incomodó que nunca nos había (o me había) dolido o importado tanto lo que pasaba más allá de los bordes de nuestras propias fronteras.
No era la única. Cindy la regia me comprendía.
Y la pregunta llegó: ¿Por qué nos está pasando esto?
Entonces me dio más miedo.
Me sentí foránea, me sentí zapatista, muerta de Juárez, chilanga, pipope, tamaulipeca, de la Indepe, de Centroamérica, del Sur. Me sentí tan pobre, tan ranchera, tan insensible, tan nicolaíta, pero sobre todo, tan indiscutiblemente regiomontana.
Así surgió la idea de la creacion de esta aventurita.
Cuando escribí el proyecto para participar en la convocatoria, me pregunté si no resultaría obsoleto para presentarlo y hablar de ello más de un año después, si no sería muy tarde, si no habríamos pasado ya por todo eso y, como es costumbre, si ya hubiéramos olvidado todo.
La inocencia.
Hoy, en la recta final del proceso, me parece indispensable ilustrar los elementos que la han ido articulando, para compartirlo, exponerlo y sobretodo, dar orden a algunas idea que van tomando forma.
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